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CASCADA DEL RÍO QUEGUAY

RÍO QUEGUAY

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lunes, 25 de junio de 2012

Historia escrita por una adolescente con raíces de Queguay, Jéssica Mattiauda



El último deseo

Y aquí estoy, sentado en el pasillo de un hospital.
A un lado de la puerta de la sala en la que se encuentra una mujer.
Esa mujer fue quien me dio la vida, que me trajo al mundo, si, mi madre.
Mi nombre es James, tengo 20 años.
En enero del 2010, me enteré que mi madre tenía una enfermedad terminal.
Dos años de vida era lo que le quedaba, luego se iría.
Su corazón estaba dañado, enfermo, casi sin vida.
Pero su cuerpo luchaba por seguir de pié día tras día, solo por mí.
Mi padre falleció a los 30 años.
Les confieso que no fue fácil salir de ésa, pero sentí que si no lo hacía, mi madre tampoco lo haría.
Ellos se amaban mucho, y cuando él se fue, mi madre supo que ya no volvería a ser feliz.

Cuando ella nació, los doctores descubrieron que su corazón no funcionaba como el de cualquier otro niño, y que debía ser tratada.
A los 18 años, deja de ver al doctor, la rebeldía adolescente, la obliga a tomar esa decisión. A los 19 conoció a papá y a los 22 nací yo.
8 años viví con mis padres, y fue ese mismo día, el día de mi cumpleaños que mi padre falleció.
Mamá enloqueció de dolor y la internaron en un psiquiátrico.
Mi tía me llevó a su casa y se hizo cargo de mí.
No volví a ver a mi madre desde entonces, no quería verla en esas condiciones.
Cumplí 18 años y me fui de casa de mi tía entonces me entero que mi madre ya había salido de psiquiatría y que estaba en casa.
No entendía porqué mi tía no me lo había dicho.
Regresé a casa con mi madre. Ella no me reconoció al principio, pero después de un año, su mente fue aclarándose otra vez, junto con los 8 años de mi infancia.
En enero del 2010, cumplí los 19 años y allí me enteré de la enfermedad de mi madre.
Era algo de lo que no debía enterarme y esa fue la razón por la cual mi tía no me dijo del regreso de mi madre. Ella tenía miedo de que mi corazón no soportara tantos golpes, pero ¿saben algo?, siempre fui muy fuerte.
Estoy siempre seguro de mis decisiones y no busco lío o problemas, más bien ellos vienen a mí.
En fin, era verano, estábamos los dos en la cocina y hacía calor.
Mamá estaba preparando un pastel porque al día siguiente sería mi cumpleaños.
Si hay algo que siempre me fascinó, fueron sus pasteles, extraños sus pasteles.
Ella lo quería hacer por los cumpleaños que se había perdido de mi vida.
Recuerdo esta pregunta que le hice como si hubiera
sido ayer.
-Mamá, ¿ no crees que ya estoy poco grande para los pasteles?
Ella sonrió, pero luego esa sonrisa se transformó en llanto.
Yo la miré y traté de consolarla,…- mamá, no era mi intención, extrañaba tus pasteles, solo te pregunté porque es la típica pregunta que hacen los adolescentes cuando sus madres los tratan como niños.
Pero no es nada contra tus pasteles, amo tus pasteles mamá y no hay nada de malo que me trates como niño.
Entonces me abraza.
Estaba ahogada en llanto, era como si quisiera decirme algo pero no podía. Se levantó de prisa, y en un intento por esquivarme, cae al suelo.
-Mamá! Espera, déjame ayudarte.
-Mamá, tienes que calmarte, ¿ qué sucede?.
La senté en una silla y le serví agua en un vaso.
Ella se calmó.
-dime mamá, es por los pasteles?.
-no hijo, no es por eso.
-entonces que es?
-no es nada hijo.
Yo la miré fijamente a los ojos e intenté darle seguridad con mi mirada sincera.
-mamá, sabes que puedes contarme lo que sea, siempre voy a escucharte.
Ella acarició mi frente, bajó la cabeza y dijo tres palabras que simplemente me condenaron…
-voy a morir.
Tres palabras, solo tres palabras.

Recuerdo que creí que estaba jugando, pero su mirada me dijo que no era ninguna broma.

Visité su doctor 7 veces y siempre me dijo lo mismo.
Solo tiene dos años de vida.

Estoy esperando a que el doctor salga de la sala para poder entrar a ver a mi madre.
Es 24 de diciembre.
A las 12 de la noche será navidad.
Mamá está dormida.
Ayer en casa mamá tubo un desmayo, la traje al hospital de inmediato.
El doctor dijo que el 25 de diciembre se estarían cumpliendo los dos años de vida, y que cuando amaneciera, su alma y habría dejado su cuerpo involuntariamente.
Por eso tendría desmayos muy concurrentes.
Tan solo saber que dentro de unas horas será navidad y que mi madre dejará el mundo me da tanto miedo.
En toda mi vida, jamás había querido que la navidad no se presentara.
Recuerdo una de las navidades.
Fue el año pasado.
No sabíamos que iba a fallecer, entonces, festejamos esa navidad como la última sin saber que le quedaba una más.
Era noche buena y mi mamá estaba en el patio de la casa.
Yo estaba asando un rico pollo.
Nadie más estaba, solo ella y yo.
Mamá estaba sentada en el escalón de la entrada, pensaba.
Me acerqué a hacerle compañía abandonando el puesto de asador por un momento.
-que piensas mamá?
Conozco a mamá, y sé que cuando baja la mirada y acaricia mi frente. Es porque tiene algo guardado que quiere salir.
-Que sucede mamá?
Me miró.
-no te dí todo el amor que necesitaste hijo. Estuve en falta. Y eso es de lo que me arrepiento siempre que te miro a los ojos.
Esos ojos tan claros y bellos como los de tu padre. Y te juro que pienso horas en eso. Porque cuando falleció, no pude ser fuerte por ti, por los dos, porque...
-shh! No digas más. Quítate ese remordimiento que solo te hace mal. Estamos aquí, juntos los dos, eso es lo único que importa, el pasado es pasado, el pasado está olvidado.
Le dije susurrando, interrumpiendo sus lamentos.
-pero no te dí lo que necesitaste.
-me diste lo que soy, tengo tu seguridad, tu amor, tu cuidado, y eso va a acompañarme toda la vida, porque eso es lo que me dejas, teniendo eso, tengo todo lo que necesito para seguir.
-jamás te reclamé nada, jamás te culpé de nada, no lo hagas tú, y si ésta es la última navidad que tendremos juntos, quiero que sea la mejor, olvidemos todo, olvidemos que ya no estarás, juguemos un día a imaginar que dentro de tres años estarás conmigo, olvida tu enfermedad por esta noche, es más, tengo un regalo para ti.
Entonces traje un paquete envuelto en un papel brillante y se lo entregué delicadamente en sus manos temblorosas y frágiles.
-ábrelo, le dije mientras ella lo miraba.
-pero todavía no es navidad…
-vamos! Ábrelo, no creo que Santa se enoje si lo abrimos 15 minutos antes de navidad, o si? .
Ella sonrió y abrió el paquete.
Entonces sus ojos se iluminaron.
Era un álbum de fotografías de cuando era bebé, cuando inicié el preescolar y de la secundaria. Quedó muy asombrada, -pensé que estas fotos se habían perdido.
-no mamá, yo las tenía, agregué algunas de la secundaria.
-oh! Estás hermoso en todas! Tienes que terminar los estudios hijo.
-si los terminaré, te lo prometo.
Miramos el álbum hasta que llegaron las 12 de la noche y el cielo se decoró con hermosas luces de colores.
Solos ella y yo, mirando fotografías que hablaban solas.
-no encontré ni una foto en la que estemos tú papá y yo.
Yo las quemé, no fue mi intención, es que estaba tan mal, que ver esas fotos me recordaba lo que perdí, a tu padre y a ti mi niño.
Mamá, quieres olvidar eso? No me perdiste, estoy aquí, ¿ no me ves ? , estoy y estaré siempre en ti, como tú estás y estarás siempre en mí.
-gracias, estoy muy orgullosa del hijo que Dios me dio el privilegio de tener.
La abrasé tan fuerte como un jugador de fútbol americano abraza a su balón.
-te gusta mi regalo? Le pregunté.
-claro que si, pero tú eres mi mejor regalo, el mejor regalo.

Cortamos el pollo y nos sentamos a brindar como en las antiguas navidades.
-cual es tu deseo mamá?
-¿Cómo? Preguntó
-porqué estás brindando?
Ella pensó durante 5 segundos.
Brindo por ti, porque quiero que tengas la mejor vida, aún sin mí en ella, ése es mi deseo.
La miré y dije…
-no te despidas mamá, aún estás aquí, mi deseo de navidad ya se cumplió, así que no cuenta si pido otro.
Ella me miró y quedó pensando por un segundo y luego lo dejó pasar.
Y brindamos a la luz de una vela blanca encendida y apoyada en medio de la mesa.

Y así cerró la noche, una navidad que guardaré en mi memoria.

Llegó el doctor, voy a entrar a ver a mi madre.
Dijo que despertó, así que ahora, seré fuerte y la veré.

Un mes después.
27 de enero 2012

Hoy estoy aquí sentado bajo un árbol, recordando las últimas horas junto a mamá.
Recuerdo todo tan claramente…

24 de diciembre de 2011
( en el hospital )

Entré a la sala, ella estaba acostada esperándome.
En cuanto me vio, intentó ponerse de pié…
-no no no no. No te levantes.
-aún no estoy muerta hijo.
-no puedes salir
-si puedo, quiero ir a casa, vamos a casa, festejemos juntos nuestra última navidad.
Ella hablaba segura de sus palabras, y era como se estuviera dándome una orden.
Su última petición y debía ser concedida.
-quieres ir a casa? Le pregunté
Si muero acá, es lo mismo que muera allá.

Aunque esas palabras me chocaran y dolieran, era la realidad, entonces fui a hablar con el doctor.

-por supuesto que no! Dijo él
-por favor, ella quiere festejar su última navidad conmigo, sé que es una mala idea, pero entienda, para mi esto es muy complicado, es duro verla allí acostada.
Dentro de unas horas ya no le veré, y quiero pasar mis últimos segundos con ella en nuestro hogar, es su última petición.
El doctor bajó la mirada, suspiró, y por último, acentuó la cabeza y sonrió.
Llévela a casa.
Gracias

Compré un pollo y esta vez lo puse en el
Horno. Estábamos adentro y a media cuadra de la casa, había una ambulancia esperándola.
Me arrimé a la mesa, ella estaba allí, sentada en una silla esperando el pollo.
Tomé sus manos y luego la miré a los ojos.
Ella sonreía, fue un momento en que no pensamos nada más que en nosotros dos.
Pensamos en el pasado, en lo que vivimos, hablábamos sin hablarnos, con miradas.
Entonces el reloj rompe el silencio con la campana, ding dong, avisándonos, “ya son las doce, es navidad”.
Nos arrimamos a la puerta a observar los cohetes explotar en el cielo, como las navidades pasadas, solos los dos.

En el brindis, -y cual es tu deseo mamá’
Ella miró mis ojos y fue entonces, cuando laa habitación se llenó de melancolía y pensamientos compartidos.
-mi último deseo de navidad, no me olvides, dijo ella mientras se secaba las lágrimas de emoción que salían de sus ojos y mojaban su blusa.
- nunca, contesté con una sonrisa a medio salir.
-¿ y tú hijo, cual es tu deseo?
Yo simplemente sonreí, porque mi deseo era el mismo del año pasado y también se cumplió en esa navidad.
-ya se cumplió mamá
Ella me miró incógnita e intentaba imaginar cual era ese deseo, que se cumplía antes del brindis, y que nunca se lo mencioné.

Brindamos.
Noté que sus ojos se caían de sueño. –llévame a mi cuarto hijo, siento que me estoy yendo.
-todavía no te vayas, quédate un ratito más-
Ella estaba cansada, se notaba en su mirada, entonces la llevé a su cuarto.
La acosté en su cama, le quité las zapatillas y encendí la radio.
Recuerdo que cuando era niño, en las noches de lluvia y relámpagos, corría al cuarto de mis padres y me refugiaba entre medio de ambos.
Allí sentía seguridad y creía que mientras estuviera allí, ningún relámpago iba a alcanzarme
-.hijo ven, acércate.
Lentamente me acerqué a ella.
-Dime.
-Recuéstate, recordemos esos días en que éramos felices.
Y me acosté allí, a su lado, hablamos por horas y reíamos un montón. Hasta que se hizo muy tarde y…
-hijo, te acuerdas cuando yo me iba a trabajar y tú no querías que me fuera y cuando llagaba el taxi, llorabas y te agarrabas de mis piernas para que no me fuera?
-si, lo recuerdo.
Ya me veía venir su despedida.
Bueno, es hora que me vaya, pero prométeme que me dejarás ir.
-pero porque ahora, no te vayas a trabajar aún, quédate solo un rato más.
-el taxi ya llegó hijo.
No me aguanté, estaba ahogado en lágrimas, se estaba yendo…
-hijo
-sí mamá
-¿Cuál es tu deseo?
-mi deseo
-ese deseo que se cumple siempre, dímelo, no me dejes con la intriga
-mi deseo, mi deseo eres tú, que nunca te vayas de mí, ese es mi deseo.
-siempre viviré en ti.
Fue cerrando lentamente los ojos y partió.

25 de diciembre de 2011
( en casa )
Desperté y allí estaba, bueno ,solo su cuerpo, frío y pálido.
La miré y acaricié su rastro, besé su frente y allí me quedé, agarrando su mano, mirándola por última vez.
Allí me di cuenta de algo.
Mi madre si debía irse, a ese lugar donde está papá.
Y juntos los dos, me mirarán desde ese lugar y me cuidarán.
La semana pasada, fui a casa de nuevo. Tenía que devolver la casa que era rentada y había que vaciarla para regresársela al dueño.
Fui al cuarto, miré su cama y sonreí porque estuve allí con ella hasta el último instante de su vida.
Voltee la cabeza y ví en la recámara un paquete envuelto con un papel brillante. Tenía una tarjeta que decía para James de mamá.
Cuidadosamente lo abrí y allí lo ví,
Era un retrato de mamá y papá y yo cuando era bebé.
Adentro había una pequeña nota que decía :hijo, ésta era la única foto que tenía de nosotros tres. Cuídala y recuerda mi último deseo de navidad ea que nunca te olvides que te amo.


El fin



















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